Edición 15 – La Cultura de la Dopamina
Vivimos atrapados en un ciclo de anticipación. No por lo que ya tenemos, sino por lo que podríamos recibir.
Vivimos atrapados en un ciclo de anticipación. No por lo que ya tenemos, sino por lo que podríamos recibir. No por lo que ocurre, sino por lo que podría pasar. La promesa —más que el cumplimiento— es el nuevo motor del deseo.
Ese motor tiene nombre: dopamina.
Dopamina: el neurotransmisor del "casi"
Durante décadas se creyó que la dopamina era el químico del placer. Pero hoy sabemos que su verdadera función no es recompensarnos por lo obtenido, sino mantenernos persiguiendo lo que aún no conseguimos.
En un experimento icónico citado en The Social Dilemma de Netflix, investigadores observaron que los niveles de dopamina en monos no se elevaban al recibir una recompensa… sino antes, al anticiparla. Y lo más sorprendente: cuando esa recompensa era incierta (es decir, cuando había un 50 % de probabilidad de obtenerla), la dopamina se disparaba aún más.
Este fenómeno se llama “error de predicción de recompensa”, y fue documentado por investigadores como Wolfram Schultz y Read Montague. El cerebro ajusta su respuesta dopaminérgica no al resultado, sino al diferencial entre lo que esperaba y lo que realmente recibió. La dopamina no es la celebración del logro, es el combustible del intento.
El diseño de la adicción
Las redes sociales, los videojuegos y las plataformas digitales han sabido aprovechar esto con precisión quirúrgica. Notificaciones, actualizaciones impredecibles, el scroll infinito y los "me gusta" son dosis intermitentes de dopamina que mantienen a los usuarios atrapados en bucles conductuales de refuerzo.
No estamos enganchados al contenido. Estamos enganchados a la posibilidad de que algo nos sorprenda.
La dopamina nos convierte en apostadores de la atención. Cada interacción es una moneda lanzada al aire. Y aunque el premio no llegue… el cerebro seguirá jugando.
El antagonista: TikTok y el negocio del estímulo eterno
Mientras algunas marcas equilibran dopamina y propósito, otras han convertido el sistema dopaminérgico en su modelo de negocio. TikTok es el máximo exponente.
Cada scroll es un disparo de anticipación. No sabemos qué vendrá: puede ser irrelevante, vulgar o brillante. Y eso es lo que lo hace irresistible.
TikTok no premia la atención. Premia el instinto. La plataforma no quiere que te detengas… quiere que nunca dejes de moverte.
Y como todo exceso, este ritmo tiene consecuencias.
Las sombras del placer: lo que la dopamina desbocada le hace al cuerpo
El abuso del sistema dopaminérgico no es solo un riesgo conductual. Es un problema de salud pública. La ciencia ya ha documentado los efectos de la dopamina cuando supera su equilibrio natural:
Psicosis y trastornos cognitivos: el exceso de dopamina en el cuerpo estriado dorsal se asocia con síntomas similares a la esquizofrenia (Moya et al., 2022).
Daño celular y estrés oxidativo: niveles elevados pueden afectar células del corazón e inducir miocardiopatías (Begieneman et al., 2016).
Impulsividad y adicciones: desde tics hasta ludopatía inducida por fármacos dopaminérgicos (Grosset et al., 2006).
Alteraciones cerebrales no lineales: impactando atención, memoria y toma de decisiones (Nitsche et al., 2010).
Lo que parece un “engagement” sano puede ser, en realidad, un desgaste profundo.
¿Moda dopaminérgica?
Incluso la industria de la moda ha adoptado esta lógica. Marcas fast fashion y colecciones virales están usando colores neón, cortes llamativos y estéticas visuales de alto impacto para generar micro picos de dopamina visual. Se viste para excitar, no para expresar.
Pero... ¿qué pasa cuando todo se vuelve ruido?
Sin narrativa ni significado, hasta el color más vibrante termina desaturado.
Del pico al vacío: ansiedad, depresión y productos sin alma
En teoría, más dopamina debería hacernos más felices. Pero la realidad es más oscura.
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