Edición 36 – El propósito que eleva
Lo que Xcaret entendió sobre el valor que el dinero no puede comprar.
Hace unos días escuché una entrevista con Miguel Quintana Pali, fundador y director general de Grupo Xcaret, en el podcast de Oso Trava.
Y hubo una frase que, desde entonces, no deja de resonar en mi cabeza:
“Nuestro éxito gira en dos palabras: Felicidad y México.”
No hablaba de marketing.
Hablaba de propósito.
Y sin saberlo, estaba definiendo lo que en el Método FAN llamamos Narrativa Viva:
la energía invisible que conecta la razón de ser de una empresa con la emoción de las personas que la viven.
El propósito como multiplicador de valor
En un mundo saturado de productos funcionales, Xcaret no compite por precio, sino por propósito.
Su misión no es entretener: es conmover, elevar el orgullo mexicano y reconciliar a los visitantes con la belleza del país.
“Queremos crear una epidemia del ADN de nuestro grupo Xcaret”, dice Quintana Pali.
“Yo quiero hacer feliz a todo el mundo. Quiero sacarle una sonrisa a un alemán.”
Cada piedra, cada danza, cada gesto está diseñado para recordarte algo esencial:
que México es hermoso, complejo y sagrado.
Desde los cantos prehispánicos al caer la noche,
hasta el respeto con el que integran la naturaleza y la cultura,
todo en Xcaret está construido sobre una emoción: orgullo.
Y el resultado trasciende la experiencia turística:
Xcaret opera más de 10 parques y hoteles, recibe más de 6 millones de visitantes al año, y mantiene una ocupación cercana al 90%, con habitaciones que superan los 700 dólares por noche.
Y, sin embargo, nadie habla del precio.
Hablan de cómo se sintieron.
De las sonrisas del personal, de la ceremonia del amanecer, del orgullo que se respira.
Eso —y no la estrategia promocional— es lo que convierte a Xcaret en una marca que genera devoción.
La Narrativa Viva —el alma de toda gran marca
No es un eslogan, ni una campaña: es la historia que explica por qué existes y por qué importas.
Una narrativa viva no se escribe una vez, se vive cada día.
Es el hilo invisible que une a tu gente, tu cultura y tus clientes en torno a una misma emoción.
Cuando ese hilo está bien tejido, las acciones se alinean, los equipos se fanatizan, y los clientes sienten algo más que satisfacción: sienten pertenencia.
Y en ese punto, ya no están comprando un servicio…
están comprando significado.
“La mitad de nuestro producto es nuestra gente”, afirma Quintana Pali.
Y tiene razón: no hay tecnología ni arquitectura capaz de sustituir una sonrisa genuina.
El propósito, cuando se encarna, se vuelve contagioso.
Y la cultura se convierte en el mejor programa de lealtad posible.
Xcaret: el Atelier de México
México está lleno de manos brillantes.
Artesanos que moldean madera, plata, barro o tela con una destreza que asombra.
Pero demasiados de ellos —y demasiadas empresas— siguen atrapadas en la mentalidad de la supervivencia funcional: producir, vender y resistir.
Mientras tanto, los artisans de Hermès o Dior siguen siendo también artesanos.
Solo que su oficio se enmarca dentro de una narrativa que los eleva: trabajan en ateliers, no en talleres.
Y sus piezas, idénticas en técnica, adquieren valor porque representan una historia de legado, arte y pertenencia.
“El propósito eleva. La ausencia de propósito abarata.”
En ese sentido, Xcaret es el Atelier de México.
Un espacio donde la cultura se vuelve arte,
donde el servicio se vuelve ceremonia,
y donde cada sonrisa se fabrica con la misma precisión con la que en París se cose un Birkin.
México —y cualquier país de Iberoamérica— podría ser una potencia de lujo cultural,
pero nos falta esa chispa que Xcaret sí encendió: diseñar una causa que dignifique, no solo una operación que funcione.
El propósito que abruma
“Xcaret es un estado de ánimo”, dijo Quintana Pali.
Y tenía razón.
Lo que venden no es una entrada al parque; es la experiencia de sentirte orgulloso de pertenecer.
Esa es la magia del propósito elevado:
convierte el precio en una anécdota y la compra en una experiencia espiritual.
Porque cuando una marca logra elevar la emoción, el precio deja de importar.
Y cuando logra tocar el alma, deja de tener clientes:
tiene creyentes.
Reflexión
La rentabilidad sostenible no nace de vender más, sino de vender mejor — elevando el valor de lo que ofreces hasta que el cliente sienta que recibió más de lo que pagó.
Xcaret no solo eleva el valor de Cancún.
Eleva el valor de México.
De sus raíces, de su arte, de su gente.
Y nos recuerda que la rentabilidad no nace de lo que vendes,
sino de cómo haces sentir a quien te compra.
Abrazo.
– Luis



